No hace tanto que en las casas se destinaba un armario a la ropa blanca. Así se llamaba al espacio donde se guardaban sábanas, toallas y mantelerías. Estas prendas de hogar se englobaban bajo la denominación de ropa blanca porque en su mayoría estaban confeccionadas con algodón sin teñir o blanqueado antes de la hiladura.
Además, al ser ropa de mucho uso era necesario blanquearla generalmente exponiéndola al sol, que al mismo tiempo la llenaba de vitalidad y de un agradable olor a limpio. En el siglo XVII ya encontramos cuadros en los que se representan armarios donde albergar la
ropa de la casa, y en la literatura, alusiones a estos maravillosos espacios de casas antiguas donde todo era colocado con la mayor delicadeza y sentido común.